lunes, 15 de abril de 2013

Celos acústicos

Con el chasquido de una cuerda reventada, algo me llamó la atención. Sentí que al pie de la salamandra alguien me chistaba. Giré y te vi, solita. Luego me enteraría que estabas celosa de las charlas con mis amigos hasta el alba. Supe después que también tenías celos de Mariana, y de Cristina; que no soportabas que le acariciara el pelo a María Elena, privándote tanto tiempo de los mimos que pretendías para vos. Ahora lo sé, te brotaste de celos cuando elegí ver Solaris por octava vez, relegando de nuevo el gesto que te hiciera protagonista de la escena. Estabas extenuada y al borde del colapso, tuviste que auto flagelarte con la quinta para que escuchara el alarido de tu desgarro. ¡Bien por vos!, pensé enseguida, ¡Valiente! 

Antes de ir a tu encuentro, nos miramos en silencio por un rato, yo no me decidía a tocarte así, con el brazo todo ensangrentado. ¿Qué pasaría si mis manos torpes no lograran vendarte y hacerte cantar conmigo? Vos estabas herida y yo dudaba… dudé hasta que comenzó la trenzada discusión de los vecinos. En ese momento, cerré las ventanas y te alcé entre mis brazos para contenerte de tanta violencia inmerecida. ¡Lindos temas me tiraste!, me hiciste conversar toda la noche con una copa de vino, sin jamás soltarnos. Apoyada entre mis piernas elegiste canciones que los dos nos sabíamos, gozando con los tonos mimetizados. Al final, de desahogo, te aliviaste en el llanto de la milonga que te enseñé con la yema de los dedos.

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