miércoles, 3 de abril de 2013

Larga distancia

Hay hilos que de tan finos son transparentes. Él en un sitio, ella en otro, tan aparentemente desvinculados. Pero aunque distantes, cada pequeño tirón afecta un lugar diferente. A veces él gira la cabeza y ella siente cómo su pie se mueve hacia esa dirección, sin quererlo. Si ella mueve los ojos al ver a alguien conocido, él siente un cosquilleo en la nuca, que la recorre de lado a lado.

Es sólo cuando él duerme que ella está en paz. Toda su intensa actividad mental y todos esos hilos asociados -que usualmente inciden en partes diversas, brazos, cadera, estómago- parecen aquietarse; cada sueño que la tiene como protagonista es como todos los extremos de todos esos hilos acariciando su espalda. 

Así siguieron durante bastante tiempo, moviéndose, hablando, reaccionando, y casi no repararon en el efecto de cada uno de sus actos sobre el otro. 

Con el tiempo, los hilos se fueron desgastando y se fueron rompiendo, uno a uno. Ahora, sólo se hacen sentir si están en la misma habitación, cuando ya no son necesarios. De lejos, es como si nunca hubiesen existido.

Con el tiempo, la cercanía pasó a imitar a la distancia. 
Con el tiempo, los hilos se van desgastando y se van rompiendo, uno a uno.

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