miércoles, 24 de abril de 2013

La otra


Al caer la noche Rubén se hace cargo. Mañoso, intenta deshacerse de los espejos, la ropa tirada al costado de la cama. Quizá se avergüenza un poco de todo eso, o quizá no aprende a convivir, aunque ya haya pasado tiempo.

Antes de ella hubo otras.
Raquel lo sorprendía en lugares raros, el cuartito de descanso en su oficina o la vuelta oscura de la escalera del edificio, justo antes del hall, donde todos podían verlos.

Estela parecía más tranquila y con eso lograba más que ninguna. Un día lo convenció de sacarse la ropa en el supermercado, en la góndola perfumada entre las escobas y el suavizante. A Rubén se lo llevaron entre dos guardias, que intentaban taparle las partes con su propia ropa y un trapo de piso que alguien les acercó. Él se podía imaginar a Estela riendo imaginándose la escena, de la que se había ido hacía rato.

Ahora es el turno de Andrea y todavía no le cierra del todo. Andrea es la de las fiestas y eso a él no le va tanto. Será porque vuelve a la madrugada y a Rubén no le quedan más que unas pocas horas de vigilia. Cuando llega lo despierta, eso es lo único bueno. Por un rato comparten lo que pueden (para una es tarde y para el otro temprano), se toman unas copas y él queda ahí mientras ella se duerme, exhausta de tanto exceso. Entonces Rubén se avergüenza y esconde lo que encuentra, porque no se acostumbra a esta, otra más, y porque está cansado. Y desearía que fuera diferente y que él fuera ella, y no ella, ahora, él.

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