lunes, 31 de marzo de 2014

Canción para guitarra y ukelele

Abrió el libro y las lágrimas comenzaron a brotar, como palabras. Todo estaba contenido en esas páginas en blanco: los atardeceres, los viajes en auto, los desayunos y las hamacas paraguayas. Los abrazos que nunca serían. Se preguntó si no habría valorado suficiente, si no habría escuchado suficiente, si no habría amado suficiente. Y las historias repetidas no parecían darle ni un atisbo de respuesta, cada una un mundo, cada una cruel.

Hay una oscilación constante entre el centro y la periferia, pero es tanto más puro el aire del campo.

Tu ternura, tu incoherencia, mi irracionalidad, la conexión y la desconexión, el tiempo. Tu guitarra y mi ukelele, tu risa contagiosa y tu tristeza aún más. Esta vida, nuestra vida, las emociones cambiadas. Y sólo me sale llorar, sobre este libro en blanco que me regalaste y sobre estas ganas que tengo de vos.

viernes, 28 de febrero de 2014

Cita

-Hola.
-Viniste.
-Te dije que cuando estuviera en la ciudad iba a visitarte.
-Siempre venís y nunca me llamás.
-Sabés que estoy comprometido.
-Si, con Dios y no se que más.
-No te rías.
-No me río. Quiero enamorarte.
-Mi compromiso es con Dios.
-No quiero que dejes ese compromiso.
-¿Entonces?
-Quiero tener sexo una noche entera con vos.
-¿Y así me vas a enamorar?
-Si, vamos a despertar abrazados.
-Dios hace milagros ¿vos hacés milagros?
-Enamorarte sería un milagro.
-¿Estás hablando en serio?
-Haría feliz a dos personas. Eso para mi es un milagro.
-Yo soy feliz.
-Yo todavía no.
-¿Por qué?
-Porque quiero besarte.
-Yo también.
-Besame.
-No puedo, estoy comprometido.
-¿A que viniste entonces?
-A esperar un milagro.
-¿Mío?
-Si, o de Dios.
-¿Y?
-Nada.
-Besame entonces.
-No.
-Yo se hacer otro milagro.
-¿Cuál?
-Puedo desaparecer.
-Eso es magia.
-Es lo mismo, en ambos casos la gente tiene que creer.
-No comparto.
-Que me importa.
-No te enojes.
-No estoy enojada.
-¿En serio sabés desaparecer?
-Claro.
-¿Cómo?
-Así...


lunes, 9 de diciembre de 2013

El otro caballo blanco

Los Artigas preferían los tordillos. Es sabido que José, el prócer, tenía un excelso caballo blanco; pero Manuel, el primo, tenía uno mejor. Mateando después de planear la estrategia para la Batalla de Las Piedras, Manuel y José fueron a elegir sus caballos de una numerosa tropilla. De tres tordillos, José eligió el que miraba distante, el que perdía la vista en las lejanas planicies. Manuel se quedó con uno más petisón con pecho y ancas de guerrero. Claro, Manuel, que debía atacar la retaguardia apenas con picanas y boleadoras, precisaba potencia en las cuatro patas. “Buenos aplomos y firme atropellada”, fue su única sentencia.

Ayer en el hipódromo de Las Piedras vino a 20 un pingo al que le jugué. En el paseo tuve emociones que venían de tordillo petisón de pecho y ancas de guerrero, buenos aplomos, también es cierto. La recta sirvió de alfombra para la firme atropellada... ¡qué firme! una lanza que impuso 490 kilos de acero en la sombra del disco.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Noches de salva

no enfrentan, te miran el perfil

obsesiones de mejilla ajena
condensadas a la sombra mojan 
la cara de porcelana
que pone el miedo a un costado

miran lo que no es de nadie
labios ilegibles
                       narices planas sin agujeros
impávidas sienes
                       en la línea de fuego.


no enfrentan, te trompean de reojo

fantasmas de sábana apolillada
empecinados con la trampa
al solitario de las noches de salva
que pone el miedo bajo las plumas

castigan lo que no es de nadie
trama de birome roja
                               papeles quemados por herejes
tiesos ideales 
                      recostados a la pared.

Nudillos de púgil caníbal


Dama con labios hinchados
pies inquietos de vagabundo zig zag

caballete de resorte rebelde 
chato sangrado: 
                        que te hizo mujer.

insensibles ojos iracundos
apuntando de mano y salva 
donde duele,

donde más lastima hacen chispa
vapores de erupción como señales 
                                                   de niebla espesa. 

nudillos guante adentro 
estremecidos caníbales 
poniendo a prueba el hule indeformable,

cuatro verdades en punta
que contradicciones no pretenden
                                                  y hacer deporte tampoco.

la fiebre suda 
violenta
un cruzado de nocaut 
y un gancho largo de replay 
presentan la única incertidumbre.

el mundo de esquiva postura
protege su mandíbula incesante
como humano
contra las cuerdas rebotando
y de baile en las esquinas.

al costado de lo oscuro queda calle 
para una semicircular trayectoria alternativa
a la oreja un crochet de zurda 
que al que pega... 
                           tambalea más.

Cuando suena la campana abre el bar
¿cuántos rounds faltarán?
acodado de espaldas al ring
suspiro con los dedos un conteo: hasta diez.

Cuando suena la campana aturde al sacristán
que descreído del arbitraje
adelanta muecas de dolor y se persigna 
entre rezos de apocalipsis: vuelve a perdonarlo.
                                         
Cuando suena la campana reviven las gateras
El Mundo (Pecado Original y Natura Manda por El Gran Señor)  
es la fija del programa
vamo' al bombo mi amor: yo te tiro la toalla.

Bastón

malas juntas, reconocidas
caza fantasmas
que pisando sábanas de seda
descubren al gusano y el boquete 
                                                  en la manzana.

malas juntas, abreviadas
sanaciones
si alterando el recuento de certezas
cierran tajos 
                    que no debieron abrir.

malas juntas, indefinidas
experimentos
van incluyendo otras dudas al método
copas a las nuevas inferencias 
                                         que reviven el absurdo. 

mala junta, mi bastón
pilote de barro duro
con agudo ángulo sobre el piso
ciruja tercer rodilla postergando el golpe 
                                                           y el ruido.

viernes, 21 de junio de 2013

Un gol inolvidable *

¡Qué coche aquel! Nunca conseguiré olvidar ese Gol negro del 94. Se lo compré usado a una vieja, que lo había elegido negro para respetar el luto. Al año se había vuelto a casar y se lo quiso sacar de encima. Yo tenía la plata, salió el negocio. Estaba nuevito, le cambié las llantas y le dejé los asientos con el cuero a la vista.

En mis mejores cuentos, ese auto anda a la vuelta. El coche estaba potro y yo tenía la mejor edad para montarlo. Una tragicomedia de las que afianzan la personalidad, lo involucra: una noche de verano, ventanilla abierta y acelerador fulguroso, se me cruzó un camión de feria que venía por la izquierda pero con preferencia.

El volantazo fue un reflejo mancomunado entre mi sorpresa y las mañas del auto. Le di de costado, apenas algún rasguño. El oficial preguntó si no había visto el Ceda el paso, a lo que respondí: “Lo vi, al igual que en las cinco esquinas anteriores, pero vio Oficial, no es cuestión de andar cediendo siempre”.

(*) - Con la consigna de La Tertulia de Radio El Espectador.

domingo, 2 de junio de 2013

Nostromo

Empezó con el gusano primero, la baba insólita, incisiva y discurriendo sobre las guirnaldas de verdura en el tacho. Yo venía de ver Alien y no sabía entonces que iba a vivir para siempre, y el coso aquel, la criatura, como en el agua boba del sueño, hurgaba, se contraía y anillaba en el último cajón de la heladera.

Vi la segunda y después la tercera: Ripley jamás volvería a la tierra, los hombres no abandonarían nunca las ganas de morirse. El universo se hacía vasto y varias noches soñé mi lengua sobre una cabeza rapada.

Entonces como resurrección de la flema, reapareció. Le habían crecido en ramillete hijos hermanos. Ahora ocupaba toda la heladera, se descolgaba de los paneles, agujereaba las frutas; sin ojos, bicarbonada, como una lágrima de leche me miraba en la carne y el queso, y daba, a todas las cosas, un aspecto artificial.

Abandoné el departamento. Fueron años y yo había llegado a confundirlo con mi persona. En la calle no reconocí una cara. Regresé con lavandina y la maté a baldazos. La sacrifiqué, mi primera heladera en su segunda cuota. Sería en adelante un ropero; acaso la barnizaría en homenaje.

Entonces vi la cuarta y esperé. Era cabulera y creía en el eterno retorno de las cosas y en la ficción, como presagio. Nada pasó la primera semana. Tampoco la segunda o la tercera.

Un día en el trabajo callé y alguien murmuró que me iba a estallar la vena. Y después no necesité depilarme, el vello se había detenido. Mis axilas eran suaves, no hay palabra para mis cartílagos.




@lashoraspares

sábado, 1 de junio de 2013

Porque el tiempo lo destruye todo

Última mujer de Barbazul no abre nunca la puerta -de modo que son felices para siempre hasta que la mata y descuartiza y cuelga de un gancho -un gancho por cada parte, anotó -una parte por cada día que pasó espiándola entre los recovecos del castillo- y lo arrumbó la vejez, la blancura en la barba -una ruina instalada en el centro del mundo feudal con feudal mentalidad -para las partes -y regocijo -hija a un tiempo del amor, la soledad, el odio de quienes los habían engendrado -tan vástagos de la costumbre de la crueldad como de la del cariño -una mano en el aire detenida para siempre ante la puerta del olvidatorio que no se decidía a abrir, ni entendía si la sugerencia del marido la obligaba -de un modo u otro -y que en pleno uso de sus facultades columbrara que la orden que no se ha dado de manera clara puede ir dilatándose con sutileza en cosas corrientes y prescindibles que precisen de otras necesarias e inútiles -y después el tedio, la individualidad -en tanto se muestre que se ha entendido una cosa y también la otra -porque la prohibición misma hace a la conciencia del pecado, entendía ella, novedosamente -individualmente- y la sola sangre del cordero redime y sella la alianza hacia delante y hacia atrás, en ojos humanos, porque dios percibe como inmediatos todos los momentos del tiempo -y la manía cedió ante la pura necesidad de la repetición -como si preservara así el cuerpo para mejor uso –la barba y la mano -bajo tierra -en luengos ramos vueltos -traicionándose.

domingo, 26 de mayo de 2013

Historia del arte

Lo vi de espaldas sentado en el sillón oscuro, los brazos extendidos a cada lado como queriendo abrazar al mundo entero. Se le notaban los años en las canas que asomaban entre su pelo oscuro y ondulado. Giró la cabeza y vi la imagen por la que lo recordaría siempre: su medio perfil con una enigmática media sonrisa, sus lentes de marco oscuro y líneas rectas que lo hacían verse, y seguro sentirse, más joven.

El conjunto se superponía al gran ventanal, tan transparente y perfecto que pudo no haber existido. El gran plano vidriado se superponía a la galaxia de luces, alineadas unas, móviles otras, de la ciudad silenciosa allá abajo. Pero todas ellas estaban fuera de foco: mis ojos no podían evitar concentrarse en el grupo perfectamente orquestado a media distancia, los brazos abrazando al sillón y al mundo por delante, las luces, y ese medio perfil que ya era de nuevo nuca. 

Creo que durante un instante se dio cuenta de mi presencia, en el momento que algo hizo clic en el aire acondicionado. Yo pensé que había pasado desapercibida, que las alfombras mullidas apagan todo sonido. 

Di algunos pasos para atrás mientras miraba la escena hacerse cada vez más pequeña, sabía bien que los años separaban lo que el espacio había sabido juntar. Ni las luces, ni los brazos ni las alfombras se reorganizarían para dar lugar a un elemento más en la composición.

jueves, 23 de mayo de 2013

Otros

otro intelectual
se enredó la lengua leyendo
se ahogó con un buche de certezas
se asfixió porque estaba solo.

otro poeta
se volvió un payaso triste 
se inventó que no lo querían
se maldijo porque estaba solo.

otro astronauta
se fió de la gravedad cero
se revolcó sobre una estrella fugaz
se enloqueció porque estaba solo.

otro niño
se cayó de la bicicleta 
se avergonzó de su inocencia
se hizo hombre porque estaba solo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Marche preso*

Santiago tenía doce años y era el primer hijo de la familia Alberti. En la escuela 79 todos lo conocían por Jaimito. La psicóloga encargada de contener su conducta y aconsejar sus pasos, había conversado con la maestra y la directora para dar su veredicto de incorregible. La mujer estaba harta del gurí, ya no le quedaban herramientas para disuadirlo, ni siquiera para lograr entenderlo. Desahuciados, convocaron una reunión con los padres de Jaimito para explicarles que la paciencia de la Institución había claudicado. La última gota fue la desaparición total del dinero que la clase había recolectado en la última kermese. Jaimito tenía la recaudación bajo su responsabilidad por moción de la psicóloga, que intentaba aplicar alguna táctica para rehabilitar su endemoniado comportamiento. Faltaban $ 3.700.

- Fue por la lluvia de mierda. - Sentenció Santiago sin muecas de vergüenza.
- ¿Por la lluvia? – Preguntó descreída la madre, acercándose violentamente hacia el chico.
- Sí, por la lluvia y el barro – declaró sin dudar.
- ¿Qué estás diciendo Santiago? ¿Qué tiene eso que ver?
- Papá decile, vos sabés…
- No metas a tu padre en esto, ¡contestame Santiago!
- Papá, vos sabés… por favor, decile.

El padre, algo retraído y casi sin involucrarse, comenzó a caminar lentamente hacia la cocina y fue en busca del periódico del día anterior. Al regresar, le enseñó una grilla con nombres y números que ella obviamente no entendía.
- Escuchame mi amor, mirá, fíjate, Marche Preso daba 7 a ganador. Era la fija del programa, había que pegarle un tiro para que perdiera. No se puede creer... ¡lluvia de mierda! Ahora lee lo que dice acá en el diario: el caballo del Chelo, no es barrero.

(*) Sr. Editor: he comprado caracteres para bidet en mercadolibre

domingo, 5 de mayo de 2013

La bibliotecaria



Cuando salí el escuadrón de fusilamiento se llevaba a un vecino. Estaba llegando tarde y me avergonzó ver a mi jefe en la recepción, del otro lado del vidrio. Amenazó con apretar el botón –creo que lo hizo– pero la puerta se abrió. No le pedí disculpas, habría creído que lo importante era desviar la atención, dije:
-Así es desde la inundación.
Estaba rubio y me dio asco. Podía ser el rostro del heroísmo pero aceptaba que la vida lo colocara como mi jefe. Obedecía al cura, el comando era bicéfalo. En un sueño me echaba y el telegrama tenía faltas de ortografía.
En la biblioteca lo de siempre: muelas, grafos rotos y una carta. El trosko trabajaba del otro lado. Nos comunicábamos al golpeteo; yo había leído que los tupamaros presos sobrevivieron la soledad así.
No sé nada, dijo.
Después: que era un golpe de la derecha. En esa escuela trabajé antes de acabar la facultad, y después no acabé la facultad y un día me encontré sola por los pasillos. Estaban formados, niños y profesores, afuera, en la estación. Me resultó triste que si no recordaba la fecha del simulacro, cabía esperar que no estuviera en la evacuación. Que nadie me avisara, quiero decir.
Me tomé los quince en fumar un camba que me amistara con el artificio y solté el interruptor. En la plaza los cadáveres de las palomas formaban una rosa de humo. Cayeron, aún vivas, desde muy alto. Siempre me llenaron de asco por la gente mayor y los niños y la carne de vaca. Crucé la vía y volaron. En la tele no hubo nada hasta la noche.

miércoles, 24 de abril de 2013

La otra


Al caer la noche Rubén se hace cargo. Mañoso, intenta deshacerse de los espejos, la ropa tirada al costado de la cama. Quizá se avergüenza un poco de todo eso, o quizá no aprende a convivir, aunque ya haya pasado tiempo.

Antes de ella hubo otras.
Raquel lo sorprendía en lugares raros, el cuartito de descanso en su oficina o la vuelta oscura de la escalera del edificio, justo antes del hall, donde todos podían verlos.

Estela parecía más tranquila y con eso lograba más que ninguna. Un día lo convenció de sacarse la ropa en el supermercado, en la góndola perfumada entre las escobas y el suavizante. A Rubén se lo llevaron entre dos guardias, que intentaban taparle las partes con su propia ropa y un trapo de piso que alguien les acercó. Él se podía imaginar a Estela riendo imaginándose la escena, de la que se había ido hacía rato.

Ahora es el turno de Andrea y todavía no le cierra del todo. Andrea es la de las fiestas y eso a él no le va tanto. Será porque vuelve a la madrugada y a Rubén no le quedan más que unas pocas horas de vigilia. Cuando llega lo despierta, eso es lo único bueno. Por un rato comparten lo que pueden (para una es tarde y para el otro temprano), se toman unas copas y él queda ahí mientras ella se duerme, exhausta de tanto exceso. Entonces Rubén se avergüenza y esconde lo que encuentra, porque no se acostumbra a esta, otra más, y porque está cansado. Y desearía que fuera diferente y que él fuera ella, y no ella, ahora, él.

domingo, 21 de abril de 2013

Los náufragos


MIAMOR a vos fue que te hizo pis en la pierna un perro o yo lo soñé, leo. Así que todo el día me muevo con atención y castigo después de haber perdido el cuidado y sobándome las piernas porque lo que no es cierto no es cierto aún y los sms de desconocidos tienen valor profético. Como camino del chorro al territorio, si lo acariciás, mi perro, te mea, me pongo a jugar a la quiniela: fulanito, a vos fue que te hizo pis en la pierna el perro o yo lo soñé?, escribiendo, a veces: pi o pichí y pero. Y el día transcurre lleno de mugre pero antes esto circula por números que quise o casi. A la semana se repite y hago listas: a este sí, no, alegremente y en la combinatoria reenvío ya como para el desquite. Al tiempo entro en contacto con marialuisa que sale como de la nada –del pasado- y me cuenta que sí y le digo cómo y no le cuento, le digo: que soñé contigo, sabés, qué cosa para soñar, me dice. Y después cogemos esa noche u otra. Es una linda cogida sin conciencia del esfuerzo que exige, como que todos vamos a ser felices en organigrama, no importa la entropía o la ciática cuando siento que marialuisa se desploma y me aprieta entre los muslos y digo: en fin: pero ahí noto profusa, tibia a los empujones por el vientre y las piernas la orina de marialuisa que cae otra vez y me susurra cascada te soñé a vos, soñé que te meaba pero no me animaba a decirte. Y yo pienso pucha tenía que nacer de mí, pero ella me trae papel:
-Cuando valía – dice. Y se me va de vuelta de la vida.