Santiago tenía doce años y era el
primer hijo de la familia Alberti. En la escuela 79 todos lo conocían por
Jaimito. La psicóloga encargada de contener su conducta y aconsejar sus pasos,
había conversado con la maestra y la directora para dar su veredicto de
incorregible. La mujer estaba harta del gurí, ya no le quedaban herramientas
para disuadirlo, ni siquiera para lograr entenderlo. Desahuciados, convocaron
una reunión con los padres de Jaimito para explicarles que la paciencia de la
Institución había claudicado. La última gota fue la desaparición total del dinero que la clase había recolectado en la última kermese.
Jaimito tenía la recaudación bajo su responsabilidad por moción de la
psicóloga, que intentaba aplicar alguna táctica para rehabilitar su endemoniado
comportamiento. Faltaban $ 3.700.
- Fue por la lluvia de mierda. -
Sentenció Santiago sin muecas de vergüenza.
- ¿Por la lluvia? – Preguntó
descreída la madre, acercándose violentamente hacia el chico.
- Sí, por la lluvia y el barro –
declaró sin dudar.
- ¿Qué estás diciendo Santiago?
¿Qué tiene eso que ver?
- Papá decile, vos sabés…
- No metas a tu padre en esto,
¡contestame Santiago!
- Papá, vos sabés… por favor,
decile.
El padre, algo retraído y casi
sin involucrarse, comenzó a caminar lentamente hacia la cocina y fue en busca
del periódico del día anterior. Al regresar, le enseñó una grilla con nombres y números que ella obviamente no entendía.
- Escuchame mi amor, mirá,
fíjate, Marche Preso daba 7 a ganador. Era la fija del programa, había
que pegarle un tiro para que perdiera. No se puede creer... ¡lluvia de mierda! Ahora lee lo que dice acá en el diario: el caballo del
Chelo, no es barrero.
(*) Sr. Editor: he comprado caracteres para bidet en mercadolibre
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