¡Qué coche aquel! Nunca conseguiré olvidar ese Gol negro del 94.
Se lo compré usado a una vieja, que lo había elegido negro para respetar el
luto. Al año se había vuelto a casar y se lo quiso sacar de encima. Yo tenía la
plata, salió el negocio. Estaba nuevito, le cambié las llantas y le dejé los
asientos con el cuero a la vista.
En mis mejores cuentos, ese auto anda a la vuelta. El coche
estaba potro y yo tenía la mejor edad para montarlo. Una tragicomedia de las
que afianzan la personalidad, lo involucra: una noche de verano, ventanilla
abierta y acelerador fulguroso, se me cruzó un camión de feria que venía por la
izquierda pero con preferencia.
El volantazo fue un reflejo mancomunado entre mi sorpresa y las
mañas del auto. Le di de costado, apenas algún rasguño. El oficial preguntó si
no había visto el Ceda el paso, a lo que respondí: “Lo vi, al igual que en las
cinco esquinas anteriores, pero vio Oficial, no es cuestión de andar cediendo
siempre”.
(*) - Con la consigna de La Tertulia de Radio El Espectador.
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